Thich Nhat Hanh, maestro Zen, líder budista, y “padre” del Mindfulness, ha fallecido el pasado sábado en el Tu Hieu Temple (Vietnam), el lugar donde se convirtió en monje a los 16 años. Autor y poeta prolífico, activista por la paz, Thich Nhat Hanh que sembró las semillas de la revolución de la atención plena (Mindfulness) con su introducción en occidente, combinó la práctica de la meditación con la acción social y la erudición. La atención plena o mindfulness, como afirmaba Thay (“maestro”): ”la capacidad de estar del todo atento a lo que sucede en el presente, percibiendo lo que sucede en nuestro interior y a nuestro alrededor, en cada instante, sin juicios o ideas preconcebidas”, constituye la base para ofrecer ayuda práctica para abordar los problemas y las injusticias del mundo moderno. 

En 1966 llegaba a Occidente para pedir el fin de la guerra de Vietnam, convirtiéndose en amigo del Dr. Martin Luther King, Jr., y desempeñando un papel fundamental en la decisión del líder de los derechos civiles en su pronunciamiento contra la guerra. Un año más tarde, el Dr. King, propondría a Thich Nhat Hanh para el Premio Nobel de la Paz, calificándolo de «apóstol de la paz y la no violencia”,  y argumentando que, «sus ideas por la paz, si se aplicaran, constituirían un monumento al ecumenismo, a la fraternidad mundial, y a la humanidad».

La organización Plum Village que gestiona los templos basados en sus enseñanzas en todo el mundo, han enviado el siguiente mensaje: «Invitamos a nuestra querida familia espiritual global a tomarse unos instantes para estar tranquilos, volver a nuestra respiración consciente, mientras juntos retenemos al maestro en nuestros corazones”.

Nosotros además lo recordamos con sus propias palabras a través de este fragmento de su libro “At Home in the World”: 

Tengo un discípulo en Vietnam que quiere construir una estupa para mis cenizas cuando muera.

Él y otros quieren incluir una placa con las palabras: «Aquí yace mi amado maestro».

Les dije que no desperdiciaran la tierra del templo.

“¡No me pongas en una olla pequeña  y me coloques allí!», dije.

No quiero continuar así.

Sería mejor esparcir las cenizas afuera  para ayudar a que los árboles crezcan.

Sugerí que, si todavía insisten en construir una estupa, hagan que la placa diga:    «No estoy aquí».

Pero en caso de que la gente no lo entienda, podrían agregar una segunda placa: ”Yo tampoco estoy ahí afuera».

Si la gente todavía no entiende, entonces  pueden escribir en la tercera y última placa: «Es posible que me encuentres en tu forma de respirar y caminar».

Este cuerpo mío se desintegrará, pero mis acciones me continuarán.

En mi vida diaria siempre practico ver mi continuación a mi alrededor. No necesitamos esperar hasta la disolución total de este cuerpo para continuar, continuamos en cada momento.

Si piensas que sólo soy este cuerpo, entonces no me has visto realmente. Cuando miras a mis amigos, ves mi continuación. Cuando ves a alguien caminando con atención plena y compasión, sabes que él es mi continuación.

No veo por qué tenemos que decir «moriré», porque yo ya puedo verme en ti, en otras personas, y en las generaciones futuras.

Incluso cuando la nube no está allí, continúa como nieve o lluvia. Es imposible que una nube muera. Puede convertirse en lluvia o hielo, pero no puede convertirse en nada. La nube no necesita tener alma para continuar.

No hay principio ni fin. Nunca moriré. Habrá una disolución de este cuerpo, pero eso no significa mi muerte.

Continuaré, siempre 

Francisca Anaya y Alejandro Camacho